Los besos que no pesan



Para Antía










Aire.
Viento del norte gris y descarriado,
ventolera de arena
de roja tierra seca.
La paz silente se acomoda en mis brazos,
se retuerce en el pecho.

Enorme y amigable la montaña me habla
la escucho con el alma,
con la piel,
con los ojos.
Sus palabras son gotas tostadas del rocío,
de la cadencia rota de un verano,
de un futuro infinito,
de los besos más puros
y el amor más divino.

Profana y verdadera
la flor de mis entrañas crece de puntillas,
ruidosa y sin pecado,
sin miedo,
sin malicia.
Arrancada de dentro
por el tiempo que pasa
Me mira curiosa
divertida
enfadada
feliz
incontrolable.
Maravilla increíble
por la que creo en el mundo.
El milagro hecho carne.

La montaña me habla
madre
ser
paisaje.





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