La realidad y el deseo

A veces me siento como una Charlize Theron culaquiera en juegos de mujer; otras, una simple y diminuta figura de carne flácida perdida en un universo demasiado grande para seguir.
Vivir en sociedad, en un mundo que nos une a todos y en el que debemos participar. No lo sé. Me siento cómoda en mi pequeño rincón diseñado a medida y alejado de miradas indiscretas que lo quieren cambiar. ¿Por qué conformarse con la realidad que los demás nos muestran? ¿Por qué no crear nuestro propio universo y vivir en él, ajenos a cuanto sucede fuera?
La Isla se convierte en el escenario perfecto para imaginar nuestro propia creación, para diseñar a nuestro gusto la vida que queremos vivir. Salir de aquí te devuelve a bofetadas a aquello que no queremos ser y que aguantamos tan sólo unos breves segundos, como en un sueño del que sabemos vamos a despertar.
¿A dónde nos lleva la búsqueda? ¿Hacia dónde caminamos cada uno de nosotros? Envueltos todos en una neblina opaca a los otros, lúcida en ocasiones, engañosa siempre. Las realidades paralelas de un mismo tiempo vivido, las muchas realidades y las cientos de verdades o más de mil mentiras. Ninguno sabemos a qué sabe el mundo real, porque el mundo real, si es que existiera, está cegado por la mirada miope de nuestra subjetividad, de nuestros deseos que lo transforman en una visión individual, única, indescriptible.
Nadie está a salvo de sí mismo.

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