Mis pequeños monstruos


Nunca fuimos más de quince ni menos de seis. Nuestra llegada se hacía notar con días de antelación: el perfume, las voces, el pelo revuelto, las 'lager'en el bolso. Una mirada nuestra alborotaba a los hombres más íntegros, a los juerguistas más voraces; pero tan sólo a algunos les dejábamos jugar cuando la noche ocultaba pecados y pecadoras. Los rayos de luna nos protegían cabalgando corchos y aletas; los rayos de sol nos acompañaban iluminando senderos de cuerpos embriagados y tarde de té moruno. Los besos eran puros y las verdades brotaban del corazón, escocían las despedidas y apretábamos los dientes fuertemente, como estatuas griegas de viejas esfinges, altivas y elegantes, pasionales y puras, dulces como aleteos de pestañas sin rimmel. Danzábamos en el agua, acariciadas por el viento de la tarde, sumergiéndonos en las entrañas del desierto para brotar entregadas a músicas de perdición. Eramos imparables, despiadadas e inocentes como el algodón de azúcar en los dientes de leche. Sonreíamos con los ojos, con el don terrenal de sentirnos felices, hasta que llegó el final. Nos dejamos robar besos, nos dejamos robar almas, nos dejamos mecer por corrientes que nos llevaron lejos, tan lejos que casi no se mantienen las distancias. Y crecimos, cuando ya no había más que crecer, para perder la belleza perfecta de lo que casi nunca sucede, pero guardando el corazón del recuerdo para seguir queriéndonos en medio de las dificultades.

(Para mis brujas: Lucía, Maytetxu, Olga, Marina, Nayra, Claudia, María, Pilar, Vero, Maribel, Claire, Mayte , Montse y Betisa)

Comentarios

  1. el día que yo empiece ha hablar sobre Colmenares, 20 y sobre el salón del primero G se acabará el tiempo...
    me encanta, como siempre...
    laura.

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