MENSAJES SIN DUEÑO



Me gusta colgar mensajes en los árboles, brillan como la purpurina en mañanas soleadas, como las noches de agosto. Sus letras plateadas son tentaciones para las urracas glotonas, un manjar para los paseantes marinos, una dicha para quien sabe escuchar. Penden ligeros en las ramas verdes y despejadas, dispuestos a ofrecerse al aire, a todo el que se pare a mirar al cielo. Limpios y puros sonríen en la dicha de saberse libres, mecidos por sal de espuma que salpica en la lontananza. Su baile es sutil y alocado, a veces vibrante, a veces dulce y sinuoso, siempre suave y en ocasiones tintinieante.
Me gusta hacer mensajes complicados, llenos de palabras garabateadas que hablan del sol, de la luna, la playa, que esconden historias que no se pueden contar. Los pájaros enredan la maraña de sus grafemas, saltando de piedra en piedra, ocultando las aristas del cuento de nunca jamás. Se deslizan bajo la piel si levantas la vista y cosquillean el pecho si respiras profundo. Traen recuerdos de bicicletas y ahogadillas de piscina, juegos tiernos de castillos inflables. Son sueños incompletos de cabellos finos, aclarados por la luz de los peces, por los olivos plateados, por el trigo dorado en tardes de millo y jareas. Su sabor es salado, encalecido y chispeante como gotas de cloro al borde de un naranjo desflorado. Huelen a albero y gitanillas, a pan horneado y gotas de sudor infantil. Te queman los ojos cuando estás desprevenido, pero te hacen reir cuando dejas que te acaricen la cara. Escriben historias de vidrio sin copas de cristal, cálidos e inocentes como melodías de canciones incomprensibles. Te protejen con sombras sin nubes, con tornasoles de ancianas leyendas refescadas en un zumo de frutas, con olores de frituras al borde del mar.
Me gusta dibujar mensajes sin sentido, dejarlos prendidos a riesgo de volar y marcharse con cualquiera. Sus líneas son efíemeras, puras e inconstantes, buscando siempre el mejor hueco para danzar en libertad. Con caligrafía redonda de marcas escurridizas e incomprendidas. Te raspan en los huesos con gesto pícaro y desnudo, se cuelan sin permiso para que llames a su puerta.
Me gusta colgar mensajes en los árboles, regalar sueños a los desconocidos.

21 de febrero de 2009, Fuerteventura

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