El resurgir de la libélula











Estoy atascada. Paralizada en una escalera sin escalones de subida, sólo una rampa que me hace retroceder. La inspiración es una dama infiel que viene cuando quiere y te deja abandonada a su antojo, engullida por la vorágine del trabajo de hormiguita que construye pero no suena tan bien. Porque aquella melodía de la escritura mecánica que me acunaba en pensamientos no pensados, se transformó en una loca perdida y sin dueño. Imagino que la vida real me comió de un zarpazo y me robó las ganas de seguir inventando. Pero no desisto, me aferro desesperada a las teclas del ordenador intentando recordar la sensación correcta que le permita retornar a mí, despertar mis ansias por crear nuevos mundos, caras y perfiles pintarrageados por mi insconsciente-consciente, alter egos de mis yos y los tuyos. Pienso en las pecas de mi hermana, en los ojos necesitados de mi hermano, en el corazón bondadoso de mi padre, en la boca de mi madre que ya no esconde nada, y trago saliva descubriendo la mejor razón por la que quiero volver a escribir.

16 de diciembre de 2009

Comentarios

  1. Escondes un alma bella en esa escritura profunda y voladora. La Libélula me llegó, así que no te dejes arrastrar por la Escritura del No, sino que bucea en todo cuanto puedas para sacar lo mejor, aunque lo mejor sea un cuento que hable de amuletas del alma y últimas de vagón. Felicidades por poesía narrativa... no la dejes en el olvido...

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  2. Había una vez una cigarra vividora que devoraba hojas de un zarpazo, pero un día, asfixiada por las historias cortas, se convirtió en hormiguita constructora de estructuras y formas, claro que no era tan divertido, así que se murió. Afortunadamente sus cenizas se quedaron escondidas en la tierra justo en el punto en el que el viento aleteó y zas, resurgió la libélula, toda roja de hormiga y hambre de cigarra.

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